En los últimos años, el panorama vitivinícola ha cambiado radicalmente. El bienestar, la preocupación por un estilo de vida saludable y el aumento de precios han transformado los hábitos de consumo. Las generaciones más jóvenes beben menos, pero eligen productos de mayor calidad. Además, el simple acto de disfrutar un vino —ya sea en una sala de catas o en casa— hoy implica expectativas de experiencias conectadas e inmersivas que van más allá de la copa.
De lo técnico a lo emocional
Ante este cambio, las bodegas se están alejando de las estrategias tradicionales —descuentos por caja, notas de cata crípticas o la idea del vino como un lujo ocasional— que ya no resuenan en gran parte de los consumidores.
Hoy el desafío es narrar desde otro lugar: menos jerga técnica y más humanidad, valores y resonancia emocional. La historia no debe centrarse solo en el terroir, el clon o la cosecha, sino en la gente, la familia, la sostenibilidad, la vida cotidiana en la bodega y la conexión con un lugar.
Las imágenes más efectivas no son las de viñedos genéricos, sino aquellas que muestran al equipo, transmiten movimiento, cercanía y autenticidad. Muchas bodegas incluso exploran la fotografía analógica, aprovechando el interés de la Generación Z y los millennials por lo nostálgico y lo artesanal.
Cultura y conexión como eje
La visita a una bodega ya no se justifica solo por el vino. Especialmente para las nuevas generaciones, el viaje requiere experiencias auténticas, inmersivas y multisensoriales. En regiones como Sicilia o la Toscana, la narrativa de hospitalidad integra al vino con la gastronomía, la biodiversidad y la belleza local.
De manera similar, en Napa y en Argentina, proyectos como Eleven Eleven Wines o Bodega Gamboa diseñan experiencias que mezclan vinos, eventos, hospitalidad y filosofía de vida consciente. El objetivo es construir comunidad y reforzar la marca como estilo de vida.

Capacitación y embajadores de marca
El marketing ya no se dirige únicamente al consumidor final. El sector —desde sommeliers hasta personal de sala— cumple un rol clave como transmisor del mensaje.
“Creemos que nuestros embajadores más eficaces son nuestros socios de Mi Finca Gamboa y los jóvenes que atienden en Casa Gamboa o en la propia bodega”, afirma Eduardo Tuite, propietario de Bodega Gamboa. “Por eso capacitamos constantemente, compartiendo nuestra historia, nuestro origen y hacia dónde vamos”.

Conclusión: la experiencia como futuro del vino
El marketing del vino ya no se trata de vender una botella, sino de invitar a vivir una experiencia inolvidable. En 2025, el éxito estará en combinar emoción y técnica, tradición y modernidad, creando experiencias que conecten con las personas, que inspiren y que hagan del vino mucho más que una bebida: un puente hacia la cultura, la sostenibilidad y la comunidad.

Por el equipo de Saber Salir