En épocas donde los productos importados escasean, no es sencillo hacerse de este estupendo aderezo, oscuro y líquido, compañero inseparable de sándwiches, huevos y sobre todo el pastel de papas. Tampoco debe faltar cuando se prepara un steaktartare o un Bloody Mary.
¿Cuál es su origen? Según el Larousse Gastronomique, esta salsa fue descubierta por un tal Marcus Sandy en la India, durante el SXIX. Este sujeto era originario del condado de Worcestershire (de ahí su nombre). De vuelta en Inglaterra, Sir Marcus (sí, era caballero), le pidió a los especieros de la empresa Lea & Perrins que elaboren una salsa similar a la que él había probado en la India.
El sabor es muy particular, y si bien es invasiva es una salsa que entiende de sutilezas. Tiene el dulzor del tamarindo y el sabor intenso de las anchoas, entre otras cosas. Como curiosidad, el país donde hay mayor consumo per capita es… Nicaragua. Parece ser que hace unos cuantos años un cargamento de salsa inglesa llegó por error y a partir de ahí los locales se volvieron fanáticos de la misa.
En las góndolas porteñas ahora se ve otra versión de la salsa, con una etiqueta beige, destinada al mercado estadounidense. Parece que es diferente, más suave. Un reemplazo digno es la salsa Vanoli, elaborada en la provincia de Córdoba.