Con el cierre de la temporada de verano y Semana Santa, la provincia de Buenos Aires vivió uno de sus mejores momentos en materia enoturística. Pero el movimiento no se detiene: de cara a las vacaciones de invierno, bodegas, viñedos y productores se preparan para recibir a miles de visitantes con propuestas que combinan vino, gastronomía, paisajes y experiencias únicas.
La escena vitivinícola bonaerense atraviesa un momento de madurez y expansión. Con más de sesenta proyectos productivos en marcha y una fuerte apuesta por el enoturismo, Buenos Aires se consolida como uno de los destinos más dinámicos del país, con un perfil propio que seduce tanto a expertos como a nuevos consumidores.
Costa Atlántica: vino frente al mar
En la costa argentina, Trapiche Costa & Pampa, ubicada en Chapadmalal, se convirtió en símbolo del vino oceánico. La bodega recibe miles de visitantes al año, que llegan atraídos por la singularidad del terroir y las vistas únicas al Atlántico.
“Mar y viñedos parecían mundos incompatibles, pero en la Costa Atlántica encontramos una expresión fresca, salina y muy elegante de nuestros vinos”, cuenta Ezequiel Ortego, enólogo de la bodega desde hace 13 años, mientras sostiene una copa de Albariño, la joya de la casa.
“El crecimiento del enoturismo superó todas nuestras expectativas —agrega—. Este invierno esperamos recibir visitantes de todo el país y del exterior, especialmente aquellos que buscan experiencias distintas, cercanas y con identidad”.

Tandil: sierras, senderos y vino en mano
En el corazón de la provincia de Buenos Aires, Tandil se consolida como un nuevo polo vitivinícola en ascenso. Con más de 14 productores en la zona y en torno al proyecto Cordón Blanco, la ciudad vive una transformación silenciosa pero profunda.
“Estamos construyendo un ecosistema único en la sierra. El vino no es solo una bebida: es identidad territorial, encuentro y disfrute”, destaca Matías Lucas, referente del grupo y propietario de Cordón Blanco. La combinación de senderismo, degustaciones al aire libre, chacinados típicos y productos regionales da forma a una experiencia ideal para quienes buscan naturaleza, autenticidad y buen vino, todo en un mismo destino.
Saldungaray: la comarca del vino y la calma
En las sierras del sur bonaerense, la comarca de Saldungaray ofrece un paisaje de ensueño. Allí, bodegas familiares y viñedos boutique abren sus puertas todo el año.
“El turismo enológico ya no es solo un paseo: es parte del alma de este lugar. Vemos cómo las familias se conectan con el entorno, con el vino y con una forma de vida más serena”, señala Manuela Parra, propietaria de Bodega Saldungaray.
Al Este, bodegas & viñedos: mar, brisa y vinos extremos
En el extremo sudoeste de la provincia de Buenos Aires, se encuentra Médanos en el partido de Villariño, allí surgió la primera bodega bonaerense, Al Este bodegas & viñedos que desde fines de los años 90 expande su propuesta entre médanos, vientos atlánticos y suelos desafiantes. “Hacer vino en estas condiciones es un desafío técnico y emocional. Pero la respuesta del público nos confirma que hay una gran curiosidad y deseo por descubrir sabores distintos”, destaca Daniel Dinucci, fundador del proyecto.


Junín: vinos y dormis en Las Antípodas
La Bodega Finca Las Antípodas, en Junín, propone una experiencia inmersiva: dormis al borde del viñedo, celebraciones del vino con DJs en vivo, arte, caminatas, fogones y una enología cuidada y moderna.
“Creemos que el vino es mucho más que un producto: es el corazón de un estilo de vida que celebra la naturaleza, el buen vivir y la amistad”, reflexiona Mariano Tessone, creador del proyecto junto a sus dos amigos de toda la vida, Juan Pablo Richelmini y Juan Sarrasin, a quienes define como sus hermanos”.


Gamboa: el vino más cerca de la ciudad
A solo una hora de la Capital, Bodega Gamboa se posicionó como el proyecto más audaz del nuevo mapa vitivinícola. Viñedos implantados en Campana, restaurante de cocina contemporánea, experiencias de blending para visitantes y una fuerte comunidad de socios convierten a la bodega en una referencia obligada. Este año sumaron dos hitos: un nuevo viñedo en Madariaga, con influencia oceánica, y el primer viñedo urbano de América Latina, ubicado en el corazón de Buenos Aires, a 3 cuadras de la Plaza de Mayo.
“Cuando empezamos en Campana nos decían que estábamos locos. Hoy Gamboa recibe a miles de personas por año y despierta el interés de jóvenes, sommeliers y turistas curiosos. Buenos Aires tiene una nueva historia que contar, y el vino es parte de ese relato”, afirma Eduardo Tuite, fundador del proyecto.


Nuevas etiquetas, nuevos paisajes
El fenómeno no se limita a grandes nombres. Etiquetas como Sante Vins y MYL Colores, con vinos elaborados en diferentes zonas de la provincia, expresan la riqueza de suelos y climas que antes parecían impensados para la vid.
“Lo que está pasando en Buenos Aires con el vino es extraordinario. Está cambiando la forma en que los consumidores se vinculan con el territorio, el origen y los proyectos independientes”, opina Martín Abenel, impulsor de Sante Vins y a cargo de la cosecha y viniticación de Myl Colores, el proyecto de Monica y Carlos Maria Bertola que elabora espumosos método champenoise.
Un fenómeno cultural y mediático
El impacto cultural del fenómeno quedó reflejado en el libro Vino Buenos Aires, que ganó el prestigioso Gourmand Awards, y en el documental del mismo nombre que se emite todos los jueves por la TV Pública bonaerense. Allí, productores, enólogos y turistas cuentan en primera persona cómo el vino está transformando territorios, economías y vínculos sociales.

Vacaciones de invierno: vino, fuego y experiencias
Buenos Aires ya no es solo carne, campo y ciudad. Hoy también es terroir, copa en mano y caminos del vino. Y este invierno, promete estar más sabroso que nunca.