Sin ropa técnica ni zapatillas de alto rendimiento, Candelaria Rivas Ramos —una mujer rarámuri de la Sierra Tarahumara— conquistó la Ultramaratón Canyons en México: 63 kilómetros recorridos en 7 horas y 34 minutos, vestida con pollera tradicional y sandalias artesanales llamadas huaraches.
La proeza no comenzó en la línea de salida. Antes de la carrera, caminó 14 horas junto a su esposo desde su comunidad de Choreachi hasta Guachochi, donde se celebraba el evento. Luego de esa travesía, corrió los 63 km del ultramaratón y cruzó la meta en primer lugar en la categoría femenina.
“Esta victoria es para mi familia”, dijo al llegar. “Conocía la carrera, pero nunca había participado. Este año decidí inscribirme”.
Los rarámuri —nombre que en su lengua significa “los de los pies ligeros”— son reconocidos por su capacidad para recorrer largas distancias en terrenos montañosos. Su tradición ancestral de correr está vinculada a prácticas espirituales y de caza: antiguamente perseguían a sus presas durante horas hasta agotarlas.
El antropólogo de Harvard Daniel Lieberman explica que su resistencia “es también una forma de oración, una conexión espiritual con el mundo”. Para ellos, correr no es solo un esfuerzo físico, sino un acto de comunión y agradecimiento con la naturaleza y los dioses.
Candelaria no es la primera mujer rarámuri en ganar una competencia de ultradistancia: en 2017, María Lorena Ramírez se consagró campeona de una carrera de 50 km en condiciones similares. Ambas representan una reivindicación de la identidad indígena y un recordatorio de que el cuerpo, la cultura y la fe pueden desafiar las barreras impuestas por el deporte moderno.
Por el equipo Saber Salir