Durante décadas, el nombre Champagne estuvo dominado por un puñado de grandes maisons. Hoy, sin romper con esa tradición, la región vive una transformación silenciosa pero profunda: el ascenso de los pequeños productores, los llamados récoltants-manipulants, viticultores que elaboran Champagne exclusivamente con uvas propias y una mirada cada vez más autoral.
Este nuevo protagonismo responde a una demanda clara del mercado: vinos con identidad, origen y relato. Champagnes que hablan de un pueblo, de una parcela, de una añada. En ese contexto, nombres como Jacques Selosse, Egly-Ouriet, Ulysse Collin, Chartogne-Taillet, Laherte Frères, Georges Laval, Bérêche et Fils o Gimonnet-Gonet se convirtieron en verdaderos objetos de culto para sommeliers y consumidores expertos.




A diferencia del estilo consistente y replicable de las grandes casas, estos productores apuestan por volúmenes reducidos, prácticas sustentables, fermentaciones menos intervencionistas y un fuerte foco en el terroir. El resultado son Champagnes más tensos, profundos y expresivos, muchas veces elaborados como blanc de blancs, blanc de noirs o cuvées de parcela.
Lejos de desplazar a las grandes marcas, este fenómeno amplía el universo del Champagne y lo enriquece. Los pequeños productores no compiten en escala, sino en carácter. Y en esa búsqueda de autenticidad, están redefiniendo el lujo contemporáneo: menos uniforme, más personal y profundamente ligado a la tierra.

Por Marcelo Chocarro



