Un estudio reciente muestra que los rituales tradicionales relacionados con el vino están desapareciendo entre la Generación Z. Solo el 43 % ha usado un sacacorchos y tan solo el 18 % ha experimentado con un decantador. Esta tendencia hacia la comodidad plantea interrogantes sobre el futuro de la apreciación del vino.
La encuesta, realizada por la marca de vinos sin alcohol Eisberg, destaca un alejamiento generacional de la tradición de beber vino. Dan Harwood, director general de Vinos del Sudoeste de Europa de Eisberg, comentó: «Estamos presenciando un cambio fascinante en la forma en que las generaciones más jóvenes interactúan con el vino».
Continuó: «Las tradiciones ancestrales del vino, desde el sacacorchos hasta la decantación, están siendo reemplazadas por una mentalidad de tomar y llevar. Si bien esta evolución en los hábitos de consumo no es necesariamente negativa, sí sugiere que cierto romanticismo y ritual en torno al vino podría estar desapareciendo».
Un cambio en los hábitos de bebida
Esta tendencia refleja cambios más amplios en el consumo de alcohol entre los consumidores más jóvenes. Un informe reciente de db reveló que cerca del 25 % de los consumidores de la Generación Z eligen bebidas bajas en alcohol o sin alcohol por su bajo contenido calórico y sus beneficios funcionales.
Al mismo tiempo, la imagen tradicional del vino puede no resonar con los valores de la Generación Z. The Guardian informó que algunos bebedores más jóvenes ven el vino como algo «soso» y carente de transparencia en cuanto a las implicaciones para la salud, lo que puede desanimarlos.
Adaptarse a un mercado cambiante
En respuesta, la industria del vino está adoptando nuevos enfoques para atraer a consumidores más jóvenes. Las «fiestas del vino», que combinan la cultura de la vida nocturna con la cata de vinos, son un ejemplo de cómo los productores están haciendo que el vino sea más accesible y atractivo.
Mientras tanto, la sostenibilidad también está moldeando los hábitos de compra. La Generación Z prefiere cada vez más vinos que se ajusten a sus valores ambientales y éticos. Por ello, las bodegas se están centrando en la transparencia y las prácticas ecológicas para satisfacer esta demanda.
A medida que evolucionan los hábitos de consumo, la industria se enfrenta a un reto: cómo modernizar la cultura del vino preservando sus tradiciones. Queda por ver si esto marca el fin de los rituales clásicos del vino o el comienzo de otros nuevos.
Por Sophie Arundel