No siempre es solidaridad. Muchas veces es la forma más suave —y socialmente aceptable— de pedir una oportunidad en un mundo donde el trabajo ya no se solicita de frente. En no pocos casos, esa frase funciona como un pedido disfrazado. Un ruego elegante. Una manera de decir “por favor, dame trabajo” sin decirlo.
En un mercado laboral frágil, informal y atravesado por la incertidumbre, la ayuda dejó de ser desinteresada. Se volvió estrategia. Quien dice “yo te ayudo” no siempre ofrece tiempo o experiencia: ofrece disponibilidad total, esperando a cambio una oportunidad, aunque sea mínima, aunque sea sin sueldo.
La frase aparece en LinkedIn, en mensajes de WhatsApp, en encuentros casuales. “Si necesitás una mano…”, “contá conmigo para lo que sea”, “no te cobro nada”. Detrás hay algo más profundo: la normalización de trabajar gratis para ser visto, de probar valor antes de tener derechos, de agradecer la posibilidad de trabajar incluso cuando no es un trabajo.

Pierre Bourdieu, sociólogo francés explica que muchas relaciones que se presentan como desinteresadas o solidarias esconden estrategias de acumulación de capital —económico, social o simbólico—. Erving Goffman, sociólogo y escritor estadounidense, desde otra perspectiva, analiza la vida social como una puesta en escena: las personas interpretan roles —el colaborador, el generoso, el disponible— para alcanzar otros objetivos. Aquí, el rol del que “ayuda” suele encubrir la necesidad de ser incluido.
No se trata de mala intención. Se trata de supervivencia.
Es gente formada, con oficio, con ganas, que ya no pide empleo porque pedir empleo parece haberse vuelto un privilegio. Entonces ofrece ayuda. Ajusta el lenguaje para no incomodar, para no quedar afuera, para no parecer demandante en un sistema que castiga al que pide y premia al que se muestra agradecido.
El problema no es la frase.El problema es lo que revela.
Un mundo donde el trabajo se pide en voz baja. Donde la necesidad se disfraza de generosidad. Donde la precariedad aprendió a hablar en tono amable.
Tal vez habría que empezar a escuchar mejor esas palabras.Porque cuando alguien dice “yo te ayudo”, muchas veces no está diciendo eso.
Está diciendo: “quiero trabajar, quiero valer, quiero una oportunidad”.
Y eso —lejos de incomodar— debería interpelarnos a todos.
Por el equipo de Saber Salir



