A principios de este mes, el futuro cayó sobre Los Ángeles. Una larga franja de humedad en el cielo, conocida como río atmosférico, descargó sobre la ciudad 15 centímetros de lluvia en tres días, más de la mitad de lo que suele llover en un año. Es el tipo de precipitaciones extremas que serán cada vez más comunes a medida que el planeta se caliente.
Sin embargo, los gestores del agua de la ciudad estaban preparados. Al igual que otras zonas urbanas del mundo, en los últimos años Los Ángeles se ha transformado en una “ciudad esponja”, sustituyendo superficies impermeables, como el hormigón, por otras permeables, como tierra y plantas. También ha construido “terrenos de esparcimiento”, donde el agua se acumula y empapa la tierra.
Entre el 4 y el 7 de febrero, la metrópoli captó 32,500 millones de litros de aguas pluviales, suficientes para abastecer de agua a 106,000 hogares durante un año. En toda la temporada de lluvias, Los Ángeles ha acumulado 55,600 millones de litros.
El camino de Los Ángeles para convertirse en una ciudad esponja
Los Ángeles, que durante mucho tiempo dependió de la nieve derretida y del agua de los ríos que llegaba de lejos, se ha propuesto producir toda el agua que pueda localmente: “Va a llover mucho más y a nevar mucho menos, lo que va a alterar la forma en que captamos la nieve derretida y el agua del acueducto”, afirma Art Castro, director de gestión de cuencas hidrográficas del Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles. “Las presas y los terrenos de esparcimiento son los caballos de batalla de la captación local de aguas pluviales, ya sea para la protección contra inundaciones o para el abastecimiento de agua”.

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Las devastadoras inundaciones que ocurren en todo el mundo apuntan a la metrópolis del mañana: la ciudad esponja, con más parques verdes y vegetación, en lugar de estacionamientos y demasiado pavimento.
Siglos de dogma urbanístico dictan el uso de canalones, alcantarillas y otras infraestructuras para canalizar el agua de lluvia fuera de una metrópoli lo más rápidamente posible para evitar inundaciones. Sin embargo, dadas las inundaciones urbanas cada vez más catastróficas que se registran en todo el mundo, está claro que eso ya no funciona, por lo que ahora los urbanistas están encontrando formas inteligentes de captar las aguas pluviales, tratándolas como un activo en lugar de como un lastre. “El problema de la hidrología urbana está causado por mil pequeños cortes”, afirma Michael Kiparsky, director del Wheeler Water Institute de la Universidad de California en Berkeley. “Ninguna calzada o tejado provoca por sí solo una alteración masiva del ciclo hidrológico. Pero si se combinan millones de ellos en una misma zona, sí. Quizá podamos resolver ese problema con mil tiritas”.
O en este caso, esponjas. El truco para que una ciudad sea más absorbente consiste en añadir más jardines y otros espacios verdes que permitan que el agua se filtre a los acuíferos subyacentes –materiales subterráneos porosos que pueden retener el agua–, de los que una ciudad puede abastecerse en momentos de necesidad. Los ingenieros también están ajardinando las medianas y los bordes de las carreteras para absorber el agua que normalmente fluiría por las calles hacia las alcantarillas y, finalmente, al mar.
A medida que el Oeste estadounidense y otras regiones se secan, buscan formas de producir más agua por sí mismos, en vez de importarla por acueducto. (Esa estrategia incluye, por cierto, reciclar el agua de los retretes para convertirla en agua potable, de modo que las ciudades reduzcan el consumo de agua en primer lugar). Al mismo tiempo, el cambio climático está sobrealimentando las tormentas de lluvia, aunque parezca contraintuitivo: por cada grado centígrado de calentamiento, la atmósfera puede retener entre un 6% y un 7% más de agua, lo que significa que a menudo hay más humedad disponible para que una tormenta la descargue en forma de lluvia. De hecho, los estudios han revelado que los ríos atmosféricos de la Costa Oeste, como el que acaba de azotar Los Ángeles, son cada vez más húmedos.
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¿Cómo funciona una “ciudad esponja”?
Para aprovechar toda esa agua gratuita que cae del cielo, el Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles ha excavado grandes parches de tierra en la jungla de cemento. Las aguas pluviales se conducen a estos terrenos y se acumulan en cuencas de tierra. Esto permite que se filtren lentamente en el acuífero subyacente, que actúa como una especie de depósito subterráneo natural con capacidad para 106,000 millones de litros de agua.
Durante las tormentas, la ciudad también acumula agua en embalses, parte de la cual desvía a los terrenos de esparcimiento: “Después de que pase la tormenta y haga un día soleado, verás cómo el agua se libera en un canal y se desvía a los terrenos de esparcimiento”, explica Castro. De este modo, el agua pasa de un embalse, donde está expuesta a la luz solar y la evaporación, a un acuífero donde se almacena a buen recaudo bajo tierra.
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A menor escala, el Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles ha estado experimentando con la conversión de parques en mini terrenos de esparcimiento, desviando allí las aguas pluviales para que se empapen en cisternas o cámaras subterráneas. También está instalando espacios verdes a lo largo de las carreteras, que tienen la ventaja adicional de mitigar las inundaciones en un barrio: entre menos hormigón, más tierra y más plantas haya, más puede el entorno construido absorber las aguas pluviales como lo hace el medio natural.

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Como beneficio añadido, el despliegue de más de estos espacios verdes, junto con los huertos urbanos, mejora la salud mental de los residentes. Además, las plantas “sudan”, refrescan la zona y contrarrestan el efecto de isla de calor urbano, es decir, la tendencia del hormigón a absorber la energía solar y liberarla lentamente por la noche. Al reducir las temperaturas veraniegas, se mejora la salud física de los residentes. “Cuantos más árboles, más sombra, menos efecto de isla de calor”, dice Castro.
Los Ángeles no es la única ciudad esponja. Pittsburgh también está instalando más jardines de lluvia, y donde es absolutamente necesario que haya una superficie dura –aceras, estacionamientos, etc.– están utilizando ladrillos de hormigón especiales que permiten que el agua se filtre. Y un número creciente de ayuntamientos están examinando las propiedades y cobrando tasas a los propietarios que tienen un exceso de superficies impermeables, como el pavimento, incentivando así el cambio a superficies permeables, como parcelas de plantas autóctonas o huertos urbanos para producir más alimentos localmente.
Así pues, la antigua forma de gestionar las aguas pluviales no sólo es cada vez más peligrosa e ineficaz a medida que el planeta se calienta y las tormentas son más intensas, sino que se interpone en el camino hacia un paisaje urbano más bello, menos sofocante y más sostenible. Precisamente Los Ángeles está mostrando al mundo que hay una camino mejor.
Fuente: WIRED