Acaba de abrir sus puertas en la zona más exclusiva de Madrid, justo donde confluyen la Plaza de la Independencia (o Puerta de Alcalá, como se la conoce popularmente) y la calle Serrano. Y está llamado a ser el place to be de los winelovers más exigentes.
“Siempre hemos dado, en todos nuestros locales, mucho protagonismo al vino y este es un paso más” afirma Sandro Silva, cofundador, junto a su esposa, Marta Seco, del Grupo Paraguas, quien está detrás de la apertura winelover más esperada del año, The Library, que abre sus puertas en el número 2 de la Calle Serrano, no muy lejos de donde se encuentran otros locales de este conglomerado de restauración frecuentados por la “gente guapa” madrileña y visitante, como Amazónico, Quintín o Aarde.
Seco le confesó su escepticismo a Silva cuando le propuso el proyecto, una idea que ha tardado años en materializarse y precede a la esperadísima apertura de Metrópolis, el espacio hotelero y bonvivant, rooftop incluido, que abrirá en 2025 en plena confluencia de la Gran Vía madrileña con Alcalá.

“Poco a poco se me contagió el entusiasmo y las ganas de aportar a esta ciudad que siempre nos ha dado tanto”, añade la empresaria asturiana. El caso es que, de la idea, se pasó a la realidad y The Library es un espacio único en el mundo, un templo vínico donde confluyen el club privado (al estilo de selectos espacios como el 67Pall Mall londinense), un rincón gastronómico con cocina concebida en torno al vino y una boutique, como lo llaman sus fundadores, donde el líquido báquico cobra todo el protagonismo.
La entrada por primera vez en el local adentra al visitante winelover en un espacio amplio, luminoso, de tonos dorados y acogedores, donde lo que sorprende nada más atravesar la puerta son sus altísimos techos, una característica muy singular, explica Silva, ya que no se encuentran muchos edificios de este tipo en la capital. Por eso la altura marca la diferencia y define el espacio casi como una biblioteca (de ahí su nombre), donde sumergirse en literatura líquida tanto como uno quiera (o su bolsillo le permita).
Deslumbran cientos de botellas de vinos de culto, champagnes de grandes casas y etiquetas buscadas por los enófilos más entusiastas, que conviven con una decoración planteada por Lázaro Rosa Violán, en la que llaman la atención unas columnas vintage con forma de diosas que dan un matiz solemne y de elegancia clásica al local.


Un club privado exclusivo concebido para compartir el vino
Una de las particularidades de The Library es su dimensión de club privado donde la exclusividad se lleva a su máximo exponente. A The Library Wine Society pertenecerán tan solo noventa socios; para ser uno de ellos es preciso abonar una membresía de 6.000 euros, y comprometerse anualmente a comprar vinos por valor de 20.000. A cambio, un espacio privado en la parte baja del local, especialmente acogedor, con una chimenea y aspecto de club inglés donde los socios (que ya alcanzan los 60 pese a haber abierto el viernes 26 de septiembre; por cierto, la mayoría de ellos, hombres) pueden descorchar sus tesoros o adquirir botellas de vino y destilados premium para tomarlas con quien más les apetezca.
El club ofrece un servicio de guarda, con unas cavas refrigeradas donde cada abonado puede almacenar hasta 80 botellas, y tenerlas a mano para celebrar sus momentos. Además, la membresía permite acceder a cupos de vinos de culto, grandes châteaux o etiquetas y añadas difíciles de encontrar en mercados habituales, y a precios especiales para ellos, o compras en primeur que dan acceso a botellas casi al mismo tiempo que los profesionales. Borgoña, Champagne, Burdeos, Toscana, Piamonte y etiquetas de los vinos españoles más buscados (por ejemplo, el codiciado Ygay de 1986, el primer vino blanco seco español puntuado con 100 en los informes de The Wine Advocate).
Para el resto de los mortales, The Library es la planta a ras de suelo, donde la opción recreativa en torno al vino no tiene nada que envidiar a los grandes templos vinícolas de ciudades como Londres o Nueva York. Aprovechando el know how vinícola del grupo, en el wine bar se podrán tomar hasta 80 vinos por copas, pero también comprar botellas completas de casi cualquier parte del mundo, desde California a Nueva Zelanda, pasando por Chile, Alemania o Jerez.

Para acompañar, ibéricos cortados por manos expertas, conservas españolas de alta gama, reputados foies gras y un rincón de quesos artesanos que pueden hacer la boca agua incluso recordando eso de que “no te la den con queso”. Que aquí, si pedimos queso, a mano tenemos un buen Château d’Yquem para torearlo.
Otro de los caramelitos winelover de The Library es que también hay carta… de copas, una irresistible vuelta de tuerca si lo que te gusta es trastear con esos cristales, sus formas y grosores, y explorar el movimiento y el tacto de cada una cuando la tienes entre manos. Desde Riedel a Josephine, cada vino puede tener su recomendación o se puede escoger la copa que más guste.
Si uno no es consumidor avezado pero sí curioso, que no cunda el pánico, porque hay un magnífico equipo de sumilleres (de esos que no permiten que tu copa se quede vacía y tú con sed, pero te sirven casi sin enterarte) dispuestos a que tu experiencia carezca de tensión, de esa que a veces entra cuando tienes que escoger entre muchas referencias y no sabes si te va a salir bien o mal la jugada… pues bien, transferencia de riesgo al profesional y listo, que de eso en Paraguas saben un rato, ya que cuentan con un auténtico ejército de somms profesionales y dispuestos a colaborar.
La propuesta gastronómica, aparte del picoteo en frío, corre a cargo de Ricardo Álvarez (ex Huerta de Carabaña), quien concibe platos con el vino en la cabeza, y es que “disfrutar de una selección de Grands Crus excepcionales es un privilegio, pero para mí es imprescindible sentir que la propuesta culinaria está a la altura”, afirma Silva, winelover irredento.
The Library es, pues, la gran promesa capitalina del vino para este año, ese lugar que aprovecha el momento dulce de Madrid en torno a la gastronomía, donde se concentrarán desde coleccionistas a inversores, locos del vino y, posiblemente, curiosos por explorar los lugares más chic de la capital. Hay que entrar a esta biblioteca-templo con la actitud disfrutona, sin pensar demasiado en un presupuesto fijo y sin poner límites a la curiosidad, como el que entra, claro, en ese lugar repleto de estanterías donde esperan obras desconocidas o grandes títulos inmortales deseando encontrarse con una aventura nueva que comenzar.
Por Raquel Pardo