Frente al avance del cambio climático, zonas de altura como Ángulos y Guanchín en La Rioja emergen como nuevas promesas del vino argentino: frescura, acidez natural y un perfil distintivo que marca el rumbo de la vitivinicultura del futuro.
En las últimas dos décadas, la temperatura media en las principales regiones vitivinícolas del país aumentó cerca de un grado, un cambio suficiente para alterar profundamente el ciclo de maduración de la vid. Las vendimias se adelantan entre dos y tres semanas en promedio, y las uvas alcanzan mayores concentraciones de azúcar más rápido, lo que da lugar a vinos con mayor graduación alcohólica, menor acidez y menor frescura. En ese contexto, el cambio climático no sólo es una amenaza, sino un motor de transformación para la vitivinicultura.
Mientras zonas tradicionales como el Valle de Uco y Luján de Cuyo en Mendoza buscan estrategias para adaptarse —como subir en altitud, reducir la exposición solar o experimentar con nuevas variedades—, otras regiones comienzan a cobrar protagonismo. En el noroeste argentino, particularmente en la provincia de La Rioja, Ángulos y Guanchín emergen como los nuevos oasis para el vino premium del futuro.
Ángulos: elegancia de altura en Famatina
Ubicada a 1.850 metros sobre el nivel del mar, Ángulos se encuentra en el departamento Famatina, al pie de la Sierra de Velasco. Esta altura le confiere una amplitud térmica de más de 20°C entre el día y la noche, lo que permite conservar los aromas y ácidos naturales de la uva. El clima seco y la baja presión de enfermedades reducen la necesidad de tratamientos fitosanitarios, favoreciendo prácticas más sostenibles.

En esta localidad, se cultivan Malbec, Bonarda y Syrah, entre otras variedades. Uno de los exponentes más destacados es el D.V. Catena L’Esploratore Malbec, que proviene de este terroir y ha sido elogiado por su acidez vibrante, taninos sedosos y notas a frutas rojas frescas y especias.
Según datos del INTA, Ángulos cuenta con más de 300 hectáreas con potencial vitícola, aunque actualmente sólo una fracción está plantada, lo que abre grandes posibilidades de desarrollo.
En la provincia de La Rioja, Catena Zapata viene trabajando hace una década y ha plantado una importante extensión de viñedos. Precisamente en Ángulos, un terroir de altura que ofrece condiciones excepcionales, provienen las uvas con las que se elabora el Malbec D.V. Catena L’Esploratore. Un vino que destaca por su acidez natural, sin necesidad de correcciones enológicas. El resultado: un perfil floral expresivo, notas de frutos rojos frescos, sutiles especias y un equilibrio que refleja fielmente el carácter del lugar.



Guanchín: piedra, frescura y expresión varietal
Guanchín, por su parte, se ubica a 1.400 metros en el departamento Chilecito. Sus suelos pedregosos, de origen aluvial, y su clima continental seco con noches frías favorecen la obtención de vinos de gran intensidad y definición aromática.
Allí se producen Torrontés, Malbec, Bonarda y Cabernet Franc con un perfil marcado por la mineralidad, la frescura y una excelente estructura en boca. “Guanchín ofrece lo que hoy muchas zonas de Mendoza están perdiendo: acidez natural, frescura y expresión varietal sin necesidad de correcciones enológicas”, explica un enólogo que trabaja tanto en Mendoza como en La Rioja.

Comparación con Mendoza: ¿sustituto o complemento?
Aunque Mendoza sigue siendo el corazón vitivinícola del país —con más del 70% de la producción nacional—, sufre los efectos del cambio climático de forma cada vez más visible. Las heladas tardías, las olas de calor, la disminución de nieve en la cordillera (clave para el riego) y el estrés hídrico están obligando a repensar las zonas productivas. En comparación, regiones como Ángulos y Guanchín ofrecen hoy condiciones más estables, suelos sin sobreexplotación y un microclima que favorece la viticultura de precisión.
Lejos de tratarse de una “reemplazo” de Mendoza, estos nuevos terroirs se perfilan como complementos estratégicos que permiten diversificar el portafolio de vinos argentinos, incorporar nuevos estilos y sostener la calidad en un escenario cada vez más desafiante.

Una apuesta por la resiliencia y la identidad
La búsqueda de nuevas zonas no es exclusiva de Argentina: en Chile, los viñedos avanzan hacia el sur (como Itata o Malleco); en Europa, países como Inglaterra o Polonia comienzan a producir vinos de calidad; y en Francia, Burdeos ya autorizó nuevas variedades adaptadas al calor. La tendencia es clara: la vitivinicultura del futuro será más móvil, más diversa y más resiliente.
En ese mapa cambiante, La Rioja se posiciona como un faro de oportunidades. Sus terroirs de altura como Ángulos y Guanchín no solo ofrecen una respuesta al calentamiento global, sino que aportan una identidad distintiva, arraigada en el paisaje y la tradición del noroeste argentino.
Por: Marcelo Chocarro