En tiempos en que el consumo mundial de vino retrocede, Argentina se convierte en una excepción esperanzadora. El vino orgánico —aquel producido sin agroquímicos ni aditivos sintéticos— no solo crece en superficie y producción, sino también en la copa de los consumidores. En apenas diez años, el consumo interno se disparó de 4.428 litros en 2014 a más de 1,5 millones en 2024: un salto del 34.000%.
Una revolución silenciosa en los viñedos
Este fenómeno se inscribe en una transformación más profunda: la vitivinicultura argentina atraviesa una revolución hacia la sustentabilidad. Cada vez más bodegas adoptan prácticas orgánicas, en sintonía con una demanda que prioriza productos saludables, trazables y respetuosos con el ambiente.
En 2024, la superficie certificada bajo estándares orgánicos en Argentina alcanzó las 6.300 hectáreas, lo que equivale al 4,4% del total cultivado en el país. Entre 2018 y 2021, este segmento experimentó un crecimiento acelerado, con una tasa promedio anual del 38%. Solo en 2023 se procesaron más de 560.000 quintales de uva orgánica, cifra que representa el 3,9% de la cosecha nacional. Bodegas como Grupo Avinea (propietario de Argento y Otronia), Animal Organic y Domaine Bousquet se cuentan entre los principales impulsores de esta vitivinicultura sustentable.

Mendoza lidera, pero no está sola
Mendoza concentra el 60,9% de la uva orgánica procesada en el país, pero otras provincias comienzan a ganar protagonismo. La Rioja (18,6%) y San Juan (17,9%) encabezan la expansión, seguidas por Catamarca, Salta, Córdoba, Río Negro, Chubut y Neuquén. La diversidad de microclimas y suelos en estas regiones aporta nuevas expresiones al vino orgánico argentino, que amplía su identidad y su alcance.
Malbec, también en versión orgánica
El Malbec, emblema nacional, también lidera la producción orgánica, con un 30,1% de participación en los ingresos de uva a bodega en 2022. Lo acompañan Cereza (14,7%), Torrontés Riojano (9,5%), Chardonnay (5,5%) y Pedro Giménez (5%). Las variedades criollas, por su parte, mantienen su relevancia, sobre todo en la elaboración de vinos de consumo popular y jugos orgánicos.
Ferias que conectan productores y consumidores
El crecimiento del vino orgánico no se limita a las fincas: también se refleja en el calendario de ferias y encuentros que acercan este universo al público. En Buenos Aires, eventos como la Feria Feria de Vinos Orgánicos y Sustentables que ya lleva 11 ediciones, convoca a un público joven, urbano y con conciencia ambiental.

Una de las más destacadas es la Feria Salvaje, que acaba de celebrar una nueva edición. Este encuentro se consolida como una cita clave para los vinos naturales, biodinámicos y de mínima intervención, con más de 60 productores, 250 etiquetas y una propuesta que combina degustaciones, gastronomía, charlas y cultura del vino.

Feria Salvaje 2025.
A nivel internacional, ferias como Millésime Bio (Montpellier), Raw Wine (Londres, Berlín, Nueva York, Los Ángeles) dan cuenta de un movimiento global en expansión, que promueve vínculos más directos entre quien produce y quien bebe.


Una copa que refleja nuevos valores
El auge del vino orgánico está impulsado por un nuevo tipo de consumidor. Mientras el consumo per cápita de vino convencional cayó a 16,7 litros anuales en 2023 —muy lejos de los 80 litros de décadas atrás—, el vino orgánico encuentra un lugar creciente entre millennials y centennials que buscan productos con impacto ambiental positivo, valores éticos y beneficios para la salud.
La ausencia de agroquímicos, tanto en el viñedo como en la bodega, lo convierte en una opción alineada con los tiempos: más saludable, más consciente, más auténtica.

Argentina, en el top 10 mundial
Este fenómeno local se inscribe en una tendencia global. Entre 2015 y 2019, la superficie de viñedos orgánicos en el mundo creció un 13% anual, superando las 570.000 hectáreas en 2021 y representando el 7,8% del total global.
Argentina ocupa hoy el décimo puesto mundial en producción de uva orgánica, y es el único país sudamericano en ese ranking. Con este posicionamiento, se consolida como un actor relevante en un nicho que, a diferencia del mercado tradicional, no deja de crecer.
El futuro ya está fermentando
Lo que empezó como una alternativa marginal hoy se perfila como un eje central en la nueva vitivinicultura argentina. Con más bodegas certificadas, consumidores informados y espacios de difusión en expansión, el vino orgánico dejó de ser una moda para convertirse en una forma distinta de entender el consumo.
El desafío será acompañar este crecimiento con políticas públicas, certificaciones accesibles, inversión en tecnología sustentable y educación en todos los eslabones de la cadena. Porque en cada copa de vino orgánico no solo se celebra un sabor: también se celebra una nueva manera de habitar el mundo.