En una era marcada por la innovación y la velocidad, las viñas viejas resisten como testigos silenciosos del tiempo. Más allá del romanticismo, su valor radica en la concentración, la identidad del terruño y la sostenibilidad. Desde Rio Negro hasta Cafayate, productores argentinos reivindican estas plantas como patrimonio vivo y fuente de vinos memorables.
El alma del viñedo
Hablar de viñas viejas es hablar de raíces profundas —no solo en la tierra, sino también en la historia. Son plantas que han sobrevivido a heladas, sequías y cambios de moda, y que hoy se convierten en una suerte de tesoro biológico. Su edad se mide en décadas, a veces en siglos, y cada racimo que producen es una síntesis del tiempo, la paciencia y la sabiduría de quienes las cuidan.
“Las viñas viejas son testimonios vivos de la historia y la cultura, venerables representantes de personas y tiempos pasados que nos brindan una forma tangible —¡y deliciosa!— de conectarnos con la historia cultural de un lugar”, dice Alder Yarrow, gerente del Old Vine Registry”
En los primeros años de vida, una vid da poco y promete mucho. Pero con el paso del tiempo, su vigor disminuye y su expresión se vuelve más precisa, más concentrada. Menos racimos, más carácter. Por eso, las vides antiguas no son un símbolo de decadencia, sino de equilibrio natural: su madurez interior se traduce en vinos con textura, profundidad y una autenticidad imposible de imitar.
Viñas con historia
En los 90, mientras el país arrancaba miles de hectáreas de viejas viñas de Malbec —raíces que guardaban la memoria del vino argentino—, unas pocas bodegas eligieron protegerlas. Supieron reconocer en esos troncos retorcidos un tesoro antes de que el mundo entero comprendiera su verdadero valor
En Cafayate, bodega El Esteco resguarda cepas de más de 80 años que dan origen a su línea Old Vines, una oda a la pureza del terruño salteño.

En Mendoza, nombres como Catena Zapata, Lagarde o Achával Ferrer protegen con celo sus viñas históricas de Malbec y Semillón, plantadas en los albores del siglo XX, cuando la viticultura era más intuición que tecnología.
Bodega Weinert, en Luján de Cuyo, conserva algunas de las vides más antiguas del país, plantadas en 1890. Su enólogo, Hubert Weber, lo resume en una frase: “Cada planta vieja tiene memoria, y eso se traduce en vinos con alma”.

Entre la emoción y la rentabilidad
Conservar una viña vieja no siempre es rentable. Sus rendimientos caen con los años, y cada kilo de uva cuesta más esfuerzo. Sin embargo, el mercado premium valora lo escaso.
“Lo viejo no pasa de moda cuando tiene historia”, dicen algunos viticultores. Y en el mundo del vino, esa historia se traduce en identidad. En regiones como Luján de Cuyo, Valle de Uco o Cafayate, las vides antiguas se han convertido en un capital simbólico, tanto como económico.
Patrimonio del vino argentino
En otros países existen registros oficiales destinados a proteger estas joyas vivas —como la Historic Vineyard Society en California o la Barossa Old Vine Charter en Australia—. Incluso, del 31 de octubre al 4 de noviembre de 2025 se celebrará en California la Conferencia Mundial de Vides Viejas (Old Vine Conference, OVC), que reunirá a profesionales y medios de comunicación de todo el mundo para debatir los desafíos más urgentes que enfrentan las viñas antiguas. Mientras tanto, en Argentina aún no existe una normativa que las ampare oficialmente. Sin embargo, algunas bodegas y asociaciones privadas trabajan de manera independiente para preservar este patrimonio vegetal, conscientes de que su desaparición implicaría perder una parte invaluable de la historia vitivinícola nacional.

En tiempos de cambio climático y sequías extremas, las viñas viejas, con sus raíces profundas y su equilibrio natural, pueden ser una clave para la viticultura del futuro. Resistieron el paso del tiempo; quizás también sean las que enseñen a resistir lo que viene.
En resumen, las viñas viejas son más que un testimonio del pasado: son una lección de paciencia y respeto por la tierra. Nos recuerdan que el vino no se hace con prisa, sino con tiempo y dedicación. Fortaleza y debilidad.
Por el equipo de Saber Salir