La olivicultura argentina vive un momento decisivo. Con más de 70.000 hectáreas cultivadas y una producción que supera las 30.000 toneladas anuales de aceite, el país ya se ubica entre los diez principales productores del mundo. Las provincias tradicionales —La Rioja, San Juan, Catamarca y Mendoza— continúan concentrando más del 90% del área implantada, combinando décadas de experiencia con nuevas inversiones, reconversión productiva y tecnología de punta.
En paralelo, el mapa olivícola nacional suma un protagonista inesperado: la provincia de Buenos Aires, que ya supera las 4.000 hectáreas de olivos, especialmente en el Sudoeste Bonaerense. Municipios como Coronel Dorrego, Villarino, Puan, Bahía Blanca, Patagones, Tornquist y Coronel Rosales se consolidan como polos emergentes gracias a un conjunto de condiciones agroclimáticas que permiten elaborar aceites de alta calidad, con elevado contenido de ácido oleico y perfiles sensoriales muy valorizados en el mercado internacional.
Un contexto internacional que abre puertas
La sequía histórica en España —el principal productor mundial— redujo drásticamente la oferta y elevó los precios internacionales a niveles récord. Si bien los valores bajaron respecto de los picos de 2023, aún se mantienen muy por encima del promedio histórico, en torno a los 4.500 euros por tonelada.
Para la Argentina, que opera sobre nichos de calidad y escala moderada, este escenario sigue siendo altamente favorable.
El país exporta entre 22.000 y 24.000 toneladas anuales, principalmente aceite de oliva virgen extra, mientras que el mercado interno consume entre 7.500 y 8.500 toneladas al año. La demanda global por aceites de alta calidad, trazables y sustentables coloca al país en una posición estratégica.

Buenos Aires: clima, calidad y un nuevo polo olivícola
La expansión bonaerense no es casualidad. El Sudoeste Bonaerense ofrece:
- suelos arenosos de muy buen drenaje,
- cercanía al mar,
- inviernos fríos y veranos templados,
- excelente amplitud térmica,
- maduración lenta del fruto,
- un perfil químico que favorece altos niveles de ácido oleico y compuestos fenólicos.
El resultado: aceites suaves, equilibrados y de gran estabilidad, que ya compiten en calidad con provincias históricas. Coronel Dorrego, por ejemplo, produce casi la mitad del aceite bonaerense, y se proyecta como la “capital del olivo” de la provincia. En total, la región produce alrededor de un millón de litros de aceite por año, con un crecimiento sostenido.
El sector combina pequeños productores familiares, PyMEs agroalimentarias, y fincas en reconversión hacia modelos más intensivos. Varias marcas locales ya comercializan aceites vírgenes extra con identidad regional, y la Ruta del Olivo Bonaerense busca potenciar el turismo, el arraigo rural y el valor agregado.
Una campaña 2025/26 con mejores perspectivas
Tras una campaña 2024/25 débil, los productores proyectan una recuperación importante.
“Esta nueva campaña será sustancialmente mejor”, anticipa Julián Clusellas, vicepresidente de la Federación Olivícola Argentina.
Un mayor volumen es clave para equilibrar los números de una actividad que requiere inversiones permanentes en riego, manejo del monte y fertilización.
Los desafíos del sector: energía y mano de obra
La competitividad enfrenta dos grandes cuellos de botella:
- Costo energético: el riego intensivo demanda alrededor de 7.000 kW por hectárea al año, y la quita de subsidios disparó los costos dolarizados.
- Mano de obra: la cosecha sigue siendo una etapa intensiva en recursos humanos, lo que eleva el costo operativo.
Clusellas lo plantea con claridad:
“El sector necesita financiamiento para avanzar en energía renovable. Muchas empresas ya migran a soluciones solares, pero sin créditos adecuados el ritmo es insuficiente.”

La reconversión que ya está en marcha
Una de las transformaciones más relevantes es el salto desde sistemas tradicionales hacia plantaciones superintensivas, que pasan de 300 plantas por hectárea a más de 1.500. Esto permite mecanizar la cosecha, bajar costos y mejorar la eficiencia.
En campañas de 10.000 kilos por hectárea, el ahorro supera los US$ 1.000 por hectárea, un factor determinante para la sustentabilidad del negocio.
Solfrut: ejemplo de escala, integración y modernización
Con más de 3.000 hectáreas entre San Juan y La Rioja y una planta capaz de procesar 40 millones de kilos por campaña, Solfrut es hoy el caso testigo del nuevo modelo argentino. Tecnología, sustentabilidad, producción para terceros y una visión de largo plazo marcan el rumbo.
Su presidente, José Chediack, sintetiza el espíritu del sector:
“Cada inversión es una apuesta por el futuro de nuestras comunidades y de la olivicultura argentina”.

Un olivo argentino listo para crecer
El país tiene una oportunidad histórica: aceites de altísima calidad, regiones consolidadas y otras en expansión —como Buenos Aires—, productores que se reconvierten, tecnología disponible y un mercado global que busca exactamente eso.
El desafío es claro: resolver los costos energéticos, fortalecer la disponibilidad de mano de obra y avanzar en esquemas de financiamiento que acompañen la transición.
La base está puesta.
El olivo argentino ya está creciendo.
Y el mundo, más que nunca, tiene espacio para lo que producimos.
Por el equipo de Saber Salir



