Un clásico mundial con acento argentino
El Cabernet Sauvignon es sinónimo de elegancia, estructura y longevidad. Esta cepa, originaria de Burdeos, se ha ganado un lugar privilegiado en el mapa vitivinícola global y, en Argentina, representa mucho más que una variedad: es parte de la identidad enológica del país.
Con más de 13.000 hectáreas cultivadas, el Cabernet Sauvignon ocupa el cuarto lugar entre las variedades más plantadas en suelo argentino. Mendoza lidera ampliamente con más del 76% de la superficie nacional, principalmente en zonas tradicionales como Luján de Cuyo y Maipú, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).

Producción en alza, superficie en baja
En 2024, la cosecha de Cabernet Sauvignon alcanzó los 795.366 quintales, marcando un crecimiento interanual del 26,4%. Sin embargo, la superficie implantada se redujo un 16,4% en la última década, lo que muestra una reconversión del viñedo hacia zonas más estratégicas y un enfoque en calidad antes que cantidad.
La cepa está presente en 17 provincias vitivinícolas del país, pero su corazón sigue latiendo fuerte en Mendoza, donde se conjugan clima, altitud y diversidad de suelos ideales para potenciar su expresión.
Uno de los grandes retos para lograr un Cabernet Sauvignon de calidad en Argentina —especialmente en Mendoza— es alcanzar la madurez fenólica, es decir, el punto justo en el que taninos, piel y pepitas logran armonía sin perder frescura.
Thibault Lepoutre, de Bodega Piedra Negra, señala que todo comienza en el viñedo: “Una poda ajustada y un manejo racional del rendimiento permiten que la planta concentre mejor su energía. El suelo también es clave: buscamos texturas intermedias, con buena materia orgánica y cierta profundidad”.
Desde Bodega Vistalba, Facundo Yazlli explica que trabajan con raleos y deshojes precisos para lograr una buena ventilación e iluminación del racimo, fundamentales para madurar taninos sin sobremaduración. David Bonomi, de Norton, agrega que el equilibrio vegetativo, el riego controlado y la regulación del rendimiento son pilares fundamentales para lograr vinos balanceados.
Enología de precisión: fruta, estructura y frescura
En bodega, el foco está puesto en conservar la tipicidad del Cabernet sin caer en excesos de extracción o madera. “Optamos por maceraciones cortas que preserven la fruta y eviten taninos agresivos”, explica Lepoutre. En Piedra Negra, buscan un perfil accesible pero con identidad marcada, reflejo del terroir de Los Chacayes.
Por su parte, Bonomi comenta que Norton realiza maceraciones pre-fermentativas en frío y una crianza de 12 meses en barricas francesas, lo que les permite lograr vinos longevos y complejos. Juan Pablo Solís, de Kaiken, destaca que su filosofía es integrar las notas herbales como parte del carácter varietal y no disimularlas. En su caso, el viñedo antiguo de Vistalba aporta concentración natural y frescura.

Crianza con criterio: equilibrio entre madera y fruta
El paso por barrica es una herramienta, no un fin en sí mismo. En general, se combinan barricas nuevas y de segundo o tercer uso, e incluso ánforas, como en el caso de Piedra Negra, para mantener la frescura del varietal sin esconder su esencia.
“Buscamos vinos que respeten la identidad del Cabernet, sin sobrecargar con madera”, afirma Bonomi. En Kaiken, la crianza se adapta al estilo de cada línea, y en Vistalba se utiliza un porcentaje reducido de roble (20%) para mantener un perfil fresco y frutado.

Un varietal, múltiples estilos
Cada bodega imprime su sello en el Cabernet Sauvignon. En Piedra Negra, pioneros en Los Chacayes, se combina fuerza y elegancia. Norton apuesta por vinos con potencial de guarda y expresividad histórica, como su célebre Cabernet cosecha 1950, premiado internacionalmente.
Kaiken se apoya en viñedos longevos que aportan mineralidad y concentración, mientras que Vistalba apuesta por un estilo amable, con taninos redondos y expresión pirazínica controlada.

Un clásico que se reinventa
Aunque el Malbec domina el escenario internacional del vino argentino, el Cabernet Sauvignon ofrece una alternativa potente y sofisticada, con enorme potencial de diferenciación. Su capacidad de adaptación, su nobleza estructural y su versatilidad en bodega lo posicionan como una joya que Argentina sigue puliendo con pasión y precisión.