Mientras el Comité Champagne proclama con orgullo su compromiso con la sostenibilidad y la ética productiva, la realidad en los viñedos de la región más glamorosa del vino espumoso francés parece tener un lado mucho menos brillante. Al menos 14 casas de Champagne están siendo señaladas en causas judiciales por haber utilizado uvas recolectadas por trabajadores migrantes en condiciones de explotación y violación de derechos humanos.
El discurso oficial: certificación y responsabilidad
“Los viñedos de Champagne están totalmente comprometidos con las prácticas sostenibles”, declara el Comité Champagne en su sitio web. Bajo el lema “El progreso de todos logra más que las hazañas de unos pocos”, el organismo detalla su adhesión a principios como la reducción de huella de carbono e hídrica, la biodiversidad, la economía circular y su ambicioso “Objetivo 100% certificado”.
Sin embargo, a la sombra de ese compromiso, se desarrolla una realidad paralela.
La denuncia: esclavitud moderna entre viñas de lujo
Según reportó recientemente el diario británico The Times, tribunales franceses investigan a productores de Champagne por recurrir a mano de obra migrante ilegal en condiciones degradantes. Los casos más graves incluyen a 57 migrantes africanos —en su mayoría provenientes de Costa de Marfil y Mali— que trabajaron sin salario, mal alimentados, hacinados y bajo amenazas.
Las denuncias indican que los trabajadores eran reclutados con promesas de 250 euros semanales —el valor de una botella Premium. Pero muchos no cobraron nada. Dormían hasta 15 personas por habitación, sin duchas, sin hornallas, y con acceso limitado a baños. Sus jornadas laborales comenzaban a las 6:00 y finalizaban a las 20:00, con apenas dos sándwiches al día y poca agua. Algunos, relata el tribunal, comían uvas de las vides o papas de los campos vecinos para sobrevivir.

El testimonio de Djakaniyaou Kanoute, de 44 años, es elocuente:
“Nunca pensé que quienes elaboran el champán nos alojarían en un lugar donde ni los animales se sentirían bien. Todo estaba sucio. No podíamos lavarnos. Cocinábamos arroz con fuego a leña porque no había ni una hornalla.”
Doumbia Mamadou, de 45 años, agregó:
“Nos trataron como esclavos. No comíamos. No podíamos hablar. Fue realmente horrible. Nos traumatizó. Ahora queremos justicia.”

🚨 Reacción oficial y contexto
Aunque las investigaciones siguen abiertas y las empresas involucradas aún no han sido condenadas, la gravedad de los hechos motivó a la Gendarmería Francesa a crear una unidad específica, Gend’Viti, dedicada a controlar condiciones laborales en viñedos y prevenir la trata de personas en la vendimia.
Esto pone en cuestión la afirmación de que “el 100 % del sector” está comprometido con el progreso ético. Si una parte del sistema depende del silenciamiento o la invisibilización de los más vulnerables, ¿qué tan sólido es ese compromiso?
💸 ¿Principios o marketing?
El publicista Bill Bernbach decía: “Un principio no es un principio hasta que cuesta dinero.” En Champagne, hablar de sustentabilidad no cuesta: genera beneficios, reputación y acceso a mercados de lujo. En cambio, asegurar condiciones humanas reales para los trabajadores sí tiene un costo. Y ahí es donde el discurso se pone a prueba.
Según proyecciones, el mercado global de bienes de lujo sustentables pasará de 67.200 millones de dólares en 2024 a 162.900 millones en 2034, con un crecimiento del 9,1 % anual. Es un negocio en expansión. Pero si el lujo sustentable se construye sobre trabajo precario, hambre y silencio, entonces la sustentabilidad se vuelve solo una etiqueta más… y no un principio.



