En un mercado global saturado de etiquetas y denominaciones, el vino argentino logra destacarse con identidad, consistencia y creatividad. Más allá del Malbec como emblema, lo que diferencia a Argentina en el mundo es el talento detrás de cada botella: una combinación de tradición, riesgo e innovación que pocas regiones vitivinícolas pueden ofrecer con tanta autenticidad.
Cuatro bodegas representan ese espíritu mejor que nadie: Catena Zapata, Trapiche, Luigi Bosca y El Enemigo. Desde distintas trayectorias, todas han logrado convertir el vino argentino en una experiencia de clase mundial.
Catena Zapata: la ciencia del terroir
Referente indiscutido en la revolución del vino argentino, Catena Zapata ha sido pionera en demostrar el potencial de los viñedos de altura. Desde Gualtallary hasta el Viñedo Adrianna, sus vinos encarnan precisión, profundidad y elegancia. Fundada en 1902 y hoy dirigida por Laura Catena, la bodega combina investigación científica con sensibilidad enológica. Es sinónimo de excelencia y su nombre es reverenciado tanto por expertos como por consumidores de todo el mundo.

Trapiche: volumen, historia y vanguardia
Desde 1883, Trapiche se ha mantenido como una de las grandes embajadoras del vino argentino. Su éxito no solo se mide por exportaciones (está presente en más de 80 países), sino por la calidad de sus líneas más emblemáticas, como Trapiche Gran Medalla o los Single Vineyard. Con una mirada sostenible, apertura a nuevos terroirs y vínculos con pequeños productores, Trapiche demuestra que se puede hacer vino de alta gama a gran escala.


Luigi Bosca: la elegancia del tiempo
Con más de 120 años de historia, Luigi Bosca es una bodega familiar que ha sabido modernizarse sin perder su esencia. Su Malbec DOC de Luján de Cuyo es un clásico indiscutido, y sus nuevas líneas demuestran que tradición y evolución pueden convivir con armonía. Hoy, con imagen renovada y fuerte presencia internacional, Luigi Bosca reafirma su rol como uno de los pilares del vino argentino premium.


El Enemigo: el arte de romper las reglas
El proyecto de Alejandro Vigil y Adrianna Catena es una de las historias más fascinantes del vino argentino reciente. El Enemigo se construyó desde el margen, apostando por varietales menos explorados (como el Cabernet Franc), estéticas provocadoras y vinos que desbordan personalidad. Hoy, su bodega en Chachingo es lugar de peregrinación para fanáticos del vino, y cada una de sus etiquetas representa una declaración poética y enológica.


Un mapa en movimiento
Estas cuatro bodegas no solo producen vinos de excelencia: marcan agenda, abren mercados y proyectan una imagen potente del país. Juntas, sostienen el presente y construyen el futuro del vino argentino con una premisa en común: hacer del terroir una narrativa viva.
Marcelo Chocarro



