Estos viñedos no son solo curiosidades geográficas: son el testimonio de hasta dónde puede llegar la pasión humana por el vino. Donde otros ven obstáculos, estos productores ven carácter.
“El vino nace del esfuerzo del hombre por domar a la naturaleza, no de la comodidad” ( Henri Jayer)
Cultivados en volcanes activos, laderas imposibles o territorios en guerra, estos viñedos desafían los límites de la viticultura. Cinco historias que prueban que el vino nace, ante todo, del carácter.
1. Santorini, Grecia – Viñas en forma de nido sobre ceniza volcánica

En la isla de Santorini, los viñedos no se cultivan en hileras, sino en espirales bajas llamadas kouloura, una técnica ancestral diseñada para proteger los racimos del viento, la arena y el sol brutal del Egeo. Las cepas crecen sobre suelos de ceniza volcánica, sin irrigación, absorbiendo la humedad nocturna del mar. El resultado: vinos minerales, salinos, intensamente únicos. El Assyrtiko local es una joya blanca del Mediterráneo.
2. Monte Etna, Sicilia – Viñedos en un volcán activo

A más de 1.000 metros de altura, en las laderas del Etna —uno de los volcanes más activos del mundo— se cultivan viñedos heroicos entre flujos de lava solidificada. La viticultura aquí es extrema, con microclimas únicos, suelos basálticos y una energía sísmica que se siente en cada botella. Las variedades Nerello Mascalese y Nerello Cappuccio producen tintos elegantes, ácidos y con un alma volcánica inconfundible.
3. Lanzarote, Islas Canarias – Viñedos en cráteres lunares

En el paisaje surrealista de La Geria, en Lanzarote, las viñas crecen en hoyos cavados en picón (arena volcánica negra) protegidas por muros de piedra semicirculares. Cada cepa parece un bonsái marciano. El viento del Sahara, la escasa lluvia y la ausencia de materia orgánica hacen que la viticultura aquí parezca una hazaña. La Malvasía volcánica da vinos blancos secos, frescos, minerales y únicos en el planeta.
4. Fujisankei, Japón – Viñedos al pie del Monte Fuji

Cultivar uvas en Japón ya es un desafío por el clima húmedo y las lluvias estivales. Pero hacerlo a los pies del mítico Monte Fuji es otro nivel. Los viñedos de la región de Yamanashi usan técnicas milimétricas para evitar enfermedades, y cultivan principalmente la variedad Koshu, una uva blanca autóctona de piel rosada. El entorno es tan impactante como los vinos: florales, delicados, sutiles, con notas a sake y cáscara de cítricos.
5. Bekaa Valley, Líbano – Viñedos en zona de conflicto

En medio de tensiones políticas, escasez eléctrica y crisis económicas, los viñedos del Líbano —especialmente los de la histórica Château Musar— siguen produciendo vinos míticos. En la Bekaa Valley, a más de 1.000 metros de altitud, las cepas enfrentan inviernos duros y veranos calcinantes. Aquí se elabora vino desde la era fenicia. A pesar de los bombardeos y bloqueos, los enólogos libaneses siguen cultivando, vinificando… y resistiendo.
Cuando el terroir roza la locura
Estos viñedos no son solo curiosidades geográficas: son el testimonio de hasta dónde puede llegar la pasión humana por el vino. Donde otros ven obstáculos, estos productores ven carácter. Porque, como dijo una vez Henri Jayer, “el vino nace del esfuerzo del hombre por domar a la naturaleza, no de la comodidad”.