El turismo del vino suma un nuevo valor: el de la conservación.
En un mundo donde la sustentabilidad gana protagonismo, las bodegas buscan anclar su identidad en la naturaleza. Las experiencias enoturísticas más valoradas ya no se centran solo en la copa: hoy invitan a descubrir paisajes vivos, donde la biodiversidad se convierte en parte de la experiencia.

Bodega Gamboa, en Campana, es un ejemplo pionero en Sudamérica. Rodeada por la Reserva Natural Otamendi, combina la elaboración de vinos con la preservación de bosques nativos, lagunas y pastizales pampeanos.

“El desafío no es solo producir vinos de calidad, sino hacerlo cuidando este entorno único”, resume su fundador, Eduardo Tuite.
La bodega ocupa más de 70 hectáreas, rodeadas por la Reserva Natural Otamendi y la Reserva Río Luján, integradas en un sistema ecológico de más de 5.500 hectáreas reconocidas como sitio Ramsar. Allí conviven ciervos de los pantanos, zorros grises, teros, lagartos overos y una gran diversidad de aves migratorias.
Además del restaurante Casa Gamboa y las visitas guiadas, el programa Mi Finca Gamboa* invita a los socios a participar en la creación de su propio vino, reforzando el vínculo con el territorio.
La conservación también se traduce en acción: cuidar y plantar árboles puede absorber hasta 5 kilos de carbono por año. En el mundo, bodegas como Familia Torres (España y Chile) gestionan más de 2.000 hectáreas de bosques nativos, casi el doble de su superficie de viñedos.

“Esa visión es también la nuestra —explica Eduardo Tuite, alma máter de Gamboa—: producir respetando el equilibrio del entorno y devolviendo a la tierra lo que nos da”.
Inspiraciones globales
De Sudáfrica a California, la integración entre vino y naturaleza crece:
Mooiplaas protege fynbos autóctonos en Stellenbosch; Almenkerk se asienta dentro de una reserva de la biosfera; Benguela Cove obtuvo el máximo galardón del WWF por su compromiso ambiental; Es Fangar, en Mallorca, combina viñedos y olivos centenarios dentro de una reserva mediterránea; y Frog’s Leap, en Napa Valley, practica agricultura orgánica en humedales restaurados.
Estos proyectos muestran que el vino puede ser una herramienta de conservación y una experiencia turística transformadora.
“Cada vino lleva el eco de los humedales, el vuelo de las aves y la calma de los bosques protegidos”, sintetiza la filosofía de Bodega Gamboa.


Por el equipo Saber Salir



